Estamos atrapados en esta extraña angustia de estar vivos
casi como perdidos y a veces separados sin saber los motivos
por los que nos hacemos daño, otras veces estamos unidos
en este barco que parece siempre a punto de ser hundido.
Vamos cruzando sobre rocas de desesperación y esperanza
este extraño y profundo río en el que nuestro difícil existir se traza,
mientras miramos como otros antes que nosotros se han caído
al perder el paso y que aunque parecen estar aquí en realidad ya se han ido
arrastrados por esa indiferente corriente de terror que sacude la tierra.
Intentamos mantener nuestro delicado balance en la constante guerra
sintiéndonos solos ante tantos hombres ahogados con sus ojos vacios
que nos gritan, nos proponen y nos ruegan que nos entreguemos a los vicios,
que olvidemos nuestros sueños y aceptemos como normalidad el horror,
invitándonos a tomar el camino fácil y a dejarnos caer en la potente corriente
de destrucción que se devora el alma y que desvirtúa el verdadero amor.
Pero solos y muchas veces asustados seguimos saltando indiferentes
entre rocas cada vez más escasas, más pequeñas, más lisas y más resbalosas
intentando llegar al otro lado de este río en el que el único puente son estas losas
hechas de dolor, de alegría, de pena, de sabiduría, de angustia y de una infinita soledad
que nos separa de tantos otros que ya se han perdido en un agua obscura de suciedad.
Y con los ojos cerrados para no ver lo grotesco e ignorando los desesperados gritos
seguimos caminando sobre las peligrosas piedras intentando hacer real nuestro propio mito,
tratando ser inmortales en un mundo repleto de profundas y mortales trampas.