Monday, October 7, 2013

Del otro lado del amor


Desarmado me encuentro hoy ante el dolor que como si fuese un viento corre salvaje en mi interior. En algún momento me tuvo arrodillado ante sus pies, yo dispuesto a sacrificar mi alma y mi vida entera a cambio de que me dejase de torturar, pero en aquel momento obscuro y asfixiante supe que caer en la locura no me aliviaría del sufrimiento sino que me traería más aflicciones y problemas y que me llevaría a un laberinto  del que me seria ya imposible escapar.
 Y entonces opte por simplemente enfrentar esta tremenda y profunda herida que el amor me dejó. La miré a los ojos y le dije: “dame tus mejores golpes que yo los soportaré” y aunque casi enseguida de pronunciar esas palabras me arrepentí, aún estoy aquí, no de pie sino caído intentando levantarme, no completo sino deshecho en mil pedazos que con temblorosas manos trato de juntar, no del todo vivo pero respirando dificultosamente mientras desesperadamente intento: olvidar, razonar, entender, descifrar, comprender, perdonar, todo a la misma vez preguntándome cómo es posible que el amor se haya convertido hoy  en una herida mortal.
 Aturdido y confundido vi pasar los días y con ellos alejarse a quien tan profundamente amé llevándose consigo el puñal bañado con mi sangre, ese puñal que nunca sospeché ella poseía y que en un acto de locura, de odio y de desdén clavó en lo más hondo de mi corazón.
 Las noches se han vuelto frías y los días se han quedado vacíos, mi alma es desbordada por un sufrimiento que  se hace sentir en una profundidad de mí que me era desconocida.
Hoy he quedado más solo que nunca, más solo de lo que estaba antes de encontrarla a ella a quien tanto amé y esa soledad se suma a ese huracán de sentimientos que golpea con toda su fuerza mi piel.
 La lluvia helada sigue cayendo y el viento cortante sigue soplando,  no estoy seguro de cuándo será que pase esta tempestad, a veces parece calmarse tan solo para sacudirme después con muchísima más furia, mientras yo sigo avanzando lentamente a través de las largas horas sin saber exactamente hacia donde voy pero intentando mantenerme en movimiento porque sé muy bien que el quedarme quieto en esta que parece una infinita noche sin estrellas no es la mejor opción.
  Sigo temblando de tristeza, frío y soledad pero también estoy aliviado de saber que lo peor ya pasó, que el momento más obscuro ha quedado a atrás, ese innombrable instante en el que todo el amor de uno se convierte en una gigantesca herida que no parece nunca dejará de sangrar, ese escalofriante momento en que uno siente que todas las luces se han apagado y que uno está punto de caerse de esa cuerda floja por la que caminamos en el circo de la vida y a la que llamamos razón.
 La comida ha perdido su sabor, la naturaleza ha perdido su color, los sueños de los dos están ahí destrozados y tirados en un rincón, los años vividos juntos se han convertido en una mentira y es imposible ya mirarnos a la cara sin sentir dolor.

 Estoy aquí arrodillado del otro lado de la cara de esa moneda tan preciada que se llama amor, estoy ahí en el lado obscuro de esa palabra tratando de volverme a levantar rogando que la lluvia de tristeza deje de caer y que el viento de sufrimiento deje de una vez por todas de soplar, estoy aquí esperando mientras miro hacia el horizonte que en algún momento llegue el amanecer para convertir en pasado esta profunda y pesada noche de mi ser.