Me despierto envuelto en el manto de la obscura angustia al pensar tu
nombre “Argentina” porque la sangre de un inocente ha sido derramada nuevamente y el Estado se ha
convertido otra vez en un asesino como lo fue tantas veces en nuestro tan
vergonzoso pasado. El miedo se respira de nuevo en las desoladas calles y las
grandes avenidas llenas de almas rotas y angustiadas que se han acostumbrado a
vivir en la incertidumbre de una nación que desde hace años se encapricha en caminar en sentido contrario
al progreso y al crecimiento. La soledad se hace presente en cada uno de tus
confundidos hijos que ante la epidemia de corrupción y de impunidad no
encuentran donde poder reclamar porque el cáncer y la podredumbre del fanático
poder ha terminado por debilitar e
infectar todas las instituciones y órganos vitales de una democracia que
agoniza abandonada en una cama rodeada de caníbales que la desprecian y odian pero que se alimentan a mordiscos de su cada vez más débil cuerpo.
La intolerancia y el completo desprecio por quien piensa distinto desde
siempre ha sido el virus que recorre e infecta tu sangre y que ha hecho que
estés en constante guerra con vos misma y que termines una y otra vez
destruyendo toda posibilidad de un mejor futuro. Vos que eras una nación
destinada a tantas grandes cosas te arrastras hoy en la miseria de tu
arrogancia y de tu destruida moral siendo devorada por las ratas del
narcotráfico, la indiferencia, el odio y la miseria. En tu confusión y con tus
alguna vez elegantes ropas hoy ya muy rasgadas, vendes desesperada tu cuerpo al
mejor postor motivada más por el desprecio que por el amor.
Una alarma suena en mi corazón y en el de tantos otros hijos tuyos que
te vemos arrodillada y débil ante una enfermedad que no creíamos podía empeorar
y que sin embargo siempre empeora, hoy con tu dulce boca escupes la inocente sangre
de uno de los tantos que intentaba
salvarte del mortal virus del irresponsable poder y tememos que sólo sea el
comienzo de la inevitable fiebre que antecede a esa conocida “rabia” que
creímos ya habíamos superado en la que nuestra sociedad caníbal enfrentaba a
argentinos en contra de argentinos, poniéndonos en guerra entre nosotros mismos,
asesinándonos, despareciéndonos y exiliándonos tan solo por la incapacidad de
aceptar convivir con voces distintas que en definitiva son las que ponen límite
a nuestro tantas veces desbordado y desequilibrado gobierno que no quiere
reconocer ni aceptar el fin para su
locura y su afano.
Destruidas y débiles están las arterias de la comprensión, la
honestidad, el respeto y la tolerancia, sin oxígeno los órganos vitales de la
moral, la justicia y la independencia. Desfalleciendo te veo en tu lecho
mientras deliras con la cabeza desbordada de deshonestidad y obstinación,
mientras presiento tu espíritu temblar ante un dolor que siempre ha estado pero
que ahora se ha hecho más agudo.
Hoy más que nunca se hace urgente
que tu sociedad despierte y que te de un
golpe de corriente que reactive el corazón y el cerebro de esta democracia que nuevamente
está a punto de morir a manos del despotismo de quienes se creen impunes.
Fotografía: Clauz Jardim